Colza entre verdades y mentiras infinitas.

«Yo intenté tranquilizarle, pero un poquitito antes de llegar, a unos cientos de metros del hospital de La Paz, noté que hacía un pequeño movimiento y fallecía. “Ahora ya no podemos hacer nada”, le dije al conductor».

25/10/2017

Susana Gomes

La primera verdad

En la primavera de 1981 en el municipio Torrejón de Ardoz, en la provincia de Madrid, España, se produjo la primera muerte perteneciente a la familia Vaquero por una enfermedad «rara» que no se conocía en el momento y que luego se le dio diversos nombres: «neumonía atípica», «enfermedad del legionario», «ornitosis» entre otras. La población desconocía por completo lo que estaba ocurriendo, mientras que los medios de comunicación social y los gobernantes de turno trataron de buscar una hipótesis creíble que respondiera a la urgencia sanitaria mas grave que España ha vivido en su historia.

«La causa del fallecimiento del niño de Torrejón de Ardoz se ha debido a una neumonía». «El foco está controlado». Estas fueron algunas de las primeras y confusas informaciones aparecidas en ABC el 7 de mayo de 1981. Se trataba del primer caso oficial que cobró la vida de Jaime García Vaquero, un niño de ocho años que fue víctima de la epidemia extraña. Todo ocurrió en la tarde del 1 de mayo de 1981 cuando el niño Jaime, quien presentó fiebre mayores a 38 grados y manchas en la piel días antes; sufrió una insuficiencia respiratoria aguda y fue llevado de urgencia al Hospital Del Rey donde llegó sin signos vitales. Pasadas las 24 horas de este primer caso, otras siete personas ingresaban con síntomas parecidos, entre ellas tres hermanos de Jaime. Y tres días después, sus padres.

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Los casos siguieron en aumento y la población comenzó a desesperarse sin saber de qué se trataba, de dónde provenía la fulana «enfermedad rara» que se propagaba rápidamente de familia en familia como una «plaga maldita». La primera respuesta que dieron los medios y las autoridades sanitarias fue de un posible envenenamiento por el consumo del aceite de colza adulterado vendido de manera ambulante sin permiso sanitario. Esta hipótesis fue avalada por el Dr. Juan Manuel Tabuenca, quien descubrió el punto de inflexión entre los afectados: «el aceite, unos ponían aceite y otros no», comenta el pediatra. La mayoría de afectados pertenecían a una clase trabajadora, humilde, con pocos recursos que compraba un aceite en mercadillos ambulantes porque el precio era más bajo».

La posibilidad del envenenamiento de la población madridista y más tarde de toda España a causa del aceite de colza cobraba fuerza en medio de rumores. El 17 de junio de ese mismo año, el Ministerio de Sanidad informó que el aceite de colza eran el causante de la epidemia que estaba matando a la población y por consecuencia se dejó de mencionar la famosa «neumonía atípica». Sin embargo, la información no convenció del todo ya que en otras investigaciones de los casos que ingresaban en los hospitales se observaba por ejemplo, que todos los miembros de una familia que consumieron el aceite no eran afectados en su totalidad. Así mismo, la garrafas de aceite supuestamente adulteradas fueron compradas por grupos de familias de una misma zona, unos eran afectados, otros no. Esta realidad hizo que la creencia sobre el consumo del aceite de colza fuese estudiado en profundidad. Algo se estaba tratando de ocultar en los medios de comunicación y en las entidades publicas y sanitarias.

La verdad oculta.

El 15 de mayo de 1981 el Doctor Antonio Muro fue despedido de sus funciones en la dirección del Hospital Del Rey, a raíz de sus descubrimientos y las investigaciones que arrojó la verdadera causa del síndrome tóxico por el supuesto aceite de colza. Las autoridades sanitarias no les interesaba que se conociera la verdad que el Dr. Muro había encontrado en los casos registrados. Dicha verdad oculta era causada por un producto fitosanitario, un organotiofosforado introducido deliberadamente en una partida de tomates o pimientos. El Dr. Muro realizó sus investigaciones de manera particular buscando todas las pruebas y analizando el consumo de los tomates desde el momento de la producción y distribución en los diferentes mercados.

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Los organofosforados se encontraron en los pesticidas de la empresa multinacional Bayer con una combinación de los productos Nemacur 10 y Oftanol 50, ambos de alta peligrosidad que estaba prohibido en muchos países por ser el causante de muertes humanas. La explicación de consumir los tomates contaminados era como especie de lotería, algunos tomates podían estar contaminados y otros no. El consumidor compraba el producto entre tomates sanos y tomates contaminados rociados con pesticidas provenientes de Almería. Esta teoría fue rechaza por varios médicos que defendían la intoxicación causada por el aceite de colza, entre ellos estaba el epidemiólogo británico Richard Doll, que acudió al juicio para sostener —en base a un informe elaborado por él mismo enviado al tribunal— que el aceite de colza adulterado fue el causante del síndrome tóxico.

El Dr. Muro también dejó escrito los siguiente dando prueba de su verdad: «El nematicida fitosistémico Nemacur-10, prohibido en varios países por su alta peligrosidad, e introducido en España por primera vez pocos meses antes de la epidemia del síndrome tóxico, es un organotiofosforado del grupo fenamiphos (4-[metiltio]-m-toliletil-isopropilamidofosfato) que, de no respetarse sus muy dilatados intervalos de seguridad (mínimo de tres meses), se convierte dentro del fruto en un fitometabolito derivado extraordinariamente agresivo —su toxicidad se potencia unas 700 (setecientas) veces— y cuya composición exacta parece ser alto secreto militar.

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Otro que apoyó la misma tesis fue el investigador Andreas Faber Kaiser, nacido en Barcelona y licenciado en Filosofía y letras quien se ocupó de realizar un estudio sobre las verdades de este terrible envenenamiento masivo publicando un libro titulado «Pacto de Silencio» en marzo de 1988, donde abordaba una versión alternativa a la oficial y similar a la del Dr. Muro. Entre otras cosas, desvelaba que en realidad habían resultado afectadas 60.000 personas, con 650 muertes. «Cabe señalar que Nemacur y Oftanol son productos de la multinacional Bayer. Es importante por lo tanto que al enjuiciar lo sucedido en España con el síndrome tóxico, se tenga presente que la industria química privada multinacional ofrece la única posibilidad de ensayo impune en el supuesto de un acuerdo internacional de suspensión de la experimentación y almacenamiento de armamento químico» señala Faber Kaiser en su obra.

Los testimonios

La situación que vivió España en aquella primavera de 1981 fue algo realmente duro e indignante por el hecho de no encontrar una respuesta acertada y a tiempo por parte de las autoridades sanitarias y gubernamentales. Así mismo, por no conseguir culpables directos que pagaran tantas vidas que cobró la intoxicación masiva, donde la población se sintió burlada y en muchos casos sin tener ningún tipo de indemnización. Lo más increíble en medio de toda la calamidad fue el ocultar la verdadera causa del mayor desastre a nivel sanitario que hoy por hoy continúan padeciendo con las secuelas muchas familias españolas.

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Primera Familia y víctima afectada por el «síndrome del aceite tóxico». Torrejón de Ardoz. España.

Los testimonios nos llevan a conocer el verdadero drama que vivieron miles de familias entre ellas Carmen: la madre de Jaime. «Jaime estuvo malo toda la tarde y, a partir de las diez, se puso peor. A las dos de la madrugada, cuando vimos que era grave, le llevamos al ambulatorio. Allí me dijeron que no tenía nada y le recetaron un jarabe para la tripa. Yo insistí en que mi hijo nunca se había puesto malo y pregunté si no era mejor llevarle al hospital. Me aseguraron que no. Volvimos a casa y estuvo toda la noche con fiebre, vomitando y con dolor de tripa. El jarabe no le había hecho ningún efecto. Así que a las ocho tuvo que venir una ambulancia. Mi hijo se sentó encima de mí para hacer el trayecto, y no le pudieron poner oxígeno porque en la ambulancia solo iba el conductor. En un momento se sobresaltó como asustado. Yo intenté tranquilizarle, pero un poquitito antes de llegar, a unos cientos de metros del hospital de La Paz, noté que hacía un pequeño movimiento y fallecía. “Ahora ya no podemos hacer nada”, le dije al conductor».

Otro testimonio anónimo relató: «Era 1981, tenía 20 años y estaba terminando la carrera de magisterio. Tenía tos, dificultad para respirar y dolor muscular. Tras varios días en la cama, me ingresaron en el hospital sin saber muy bien lo que tenía. En dos meses, mis compañeros no me reconocían”.  

La Organización Mundial de la Salud lo bautizó como «el síndrome del aceite tóxico». La población española lo bautiza como una maldición, plaga, burla, tragedia, mentira, engaño, etc, etc. Cada afectado que aún lleva los síntomas del envenenamiento le otorga su propia calificación frente a los sistemas políticos y económicos, dedicados a la industria de los productos químicos farmacéuticos, que hasta la fecha solo jugaron por sus propios intereses en un terreno donde la crucífera de raíz pivotante y profunda de la colza fue la culpable de toda la irresponsabilidad humana. Los hechos aún siguen vivos en las voces de sus testimonios que desean que se conozca en las nuevas generaciones el origen de sus desgracias. Porque la vida esta marcada por hechos y los hechos son parte de nuestra historia. 

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Venezuela, nuestra segunda tierra.

«Cecilia, de inmediato sintió el olor a sal del mar caribe. La brisa cálida, pasó por su rostro, secando las lagrimas de tristeza por su madre y sus hermanos. Veía ante sus ojos, un nuevo mundo»

Actualizado 26/08/2017

Susana Gomes

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Cerca del mediodía, del 4 de junio del año 1958, Cecilia se encontraba ayudando a su mamá en la preparación del almuerzo para sus hermanos varones, quienes trabajaban en la fazenda. Entre tanto la vecina María, había bajado al pueblo de Câmara de Lobos para recoger la correspondencia. Las papas (semilhas), couves, y la carne de cochino eran los ingredientes de costumbre que no faltaban en el almuerzo y la cena. En las mañanas; pan, bica o garoto, suficientes para despertar y ponerse a trabajar duro. No tenían abundancias, sólo lo que generosamente daba la tierra.

Aquella tarde, la espera de la Señora María, se hizo larga para Cecilia. La vida en Garachico y el resto de la isla de Madeira no era fácil. Los caminos eran largos, sinuosos y de tierra para ir y venir, las vías de comunicación eran pocas. Las Levadas eran los atajos. El Rodoeste, pasaba para la ciudad; Funchal, cada dos horas. Muy rara vez la Cecilia visitaba la ciudad. Los domingos, sólo asistía a Misa en la Iglesia San Sebastian en Câmara de Lobos.

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Porto Moniz. Isla de Madeira.

-«Dona Firmina, traje una carta para su hija Cecilia». La madre de Cecilia, con triste semblante y Saudades anticipadas, presentía el contenido de aquella carta. Era la tercera misiva que recibía Cecilia, del mismo autor; Fernando.

Fernando, fue vecino de Cecilia. Desde niños, brincaban, gostaban-se um do outro. Esa amistad fue más allá. La frecuencia, los detalles, la simpatía, en medio de lo poco, le llevó a «pedir la mano» de Cecilia, a Dona Firmina. Sin embargo, Fernando, partió. Dejó la palabra de reunirse con quien sería su esposa. En la distancia, contrajeron matrimonio por poder. Él en Venezuela. Ella en Madeira. La ley permite el matrimonio por poderes cuando uno de los dos contrayentes no puede estar presente en el lugar, fecha y hora de la boda.

 -Mãe, es la carta de petición de mi marido. En un mes debo irme en el Santa María». Exclamó Cecilia. Con voz temerosa y una sonrisa tímida.  Firmina, sólo condujo su mirada a la ventana que tenía la gran vista al mar. El mar, siempre estuvo allí, como paisaje de la isla de todos los días, como aquel cuadro vivo que nunca se puede cambiar. En ese mar, vería otro camino. El mar donde navegaría los sueños y una nueva vida. Fernando, cumplió con su palabra. Cecilia, aceptó la espera en silencio. Sólo recibía letras que luego se convirtió en hechos. El mar fue testigo.

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Zonas de Cultivos. Isla de Madeira 1960.

Firmina, le tocó respetar aquel contenido de esa carta. En el fondo sabía que su hija, tomaba la mejor decisión. Reunirse con su marido. Quedarse en Madeira, no era lo más conveniente. La caída del fascismo en Europa no afectó a Portugal debido a que se mantuvo como país neutral en la Segunda Guerra Mundial. Sin embargo, ya se hablaba, del atraso económico que se produjo en el país a causa de las guerras coloniales, la autarquía y el escaso desarrollo industrial. La emigración durante esta década a otros países fue numerosa, sobre todo a Estados Unidos, Francia, Alemania, Sudáfrica, Antillas Holandesas, Brasil y Venezuela.

El viaje en el «Santa María».

Sentimientos encontrados abordaron a Cecilia. Aquella mañana, del 4 de julio de 1958, con lagrimas en su rostro, pocas palabras y con un fuerte abrazo se despidió de su familia. En su cabeza y en su corazón, tenía la gran ilusión de hacer una nueva vida. Su madre Filomena la confío a Nossa Senhora de Fátima. Era muy religiosa. Así que, su fe, fue mas grande, que la tristeza de despedir a una hija. Un nuevo mundo la esperaba. Una nueva cultura. Una nueva sociedad. Sin presumir con títulos universitarios. Sólo le acompañaba el oficio del bordado y la cocina. No hizo falta ser alfabeta para emprender un nuevo proyecto de vida.

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Trasatlántico Santa María 1958

Cecilia, llevó puesto el vestido negro de ir a misa los domingos. Era su mejor prenda de vestir. Zapatos nuevos; un regalo ofrecido por su vecina, la Señora María. Una maleta, con lo poco que tenía, pero sí lo suficiente para comenzar. Lista, a bordo!. Acompañada de un grupo de vecinas conocidas, que emprendieron con coraje la misma aventura de Cecilia. La noticia que circulaba en el pueblo de Garachico, daba de que hablar sobre quienes recibieron sus cartas de petición e inmigraban de la isla en el Santa María.

El Santa María, fue el trasatlántico portugués, propiedad de la Companhia Colonial de Navegaçao que cubrió la ruta entre Lisboa, Tenerife y Caracas. Esta Compañía, que en 1951 poseía 10 buques, encargó la construcción de dos modernas unidades para sustituir al Mouzinho (1929-1954) y al Serpa Pinto (1940-1955). El buque prestó servicio de forma casi ininterrumpida, hasta la primavera de 1973 en la que quedó inmovilizado en Lisboa por problemas de propulsión.

La llegada al puerto de la Guaira.

Los días en el viaje se hicieron largos. Las mujeres se reunían a conversar en las tardes. Aprovechaban el tiempo para bordar y conocer otras inmigrantes con sus historias. Cada quien, llevó en su maleta los sueños y esperanza de vivir una nueva vida. Las saudades, se sintieron en el transcurso del viajeLos recuerdos de su casa, la familia, los vecinos, las amigas bordadoras, llegaban a la mente de Cecilia. Estar por primera vez en el barco, emprender un viaje a sus 24 años la hicieron fortalecer. La Saudade, se convirtió con el pasar del tiempo en esperanza.

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El «Santa María» en uno de sus puertos de llegada.

En la mañana, del martes 1 de Agosto de 1958, se escuchó la bocina en el barco que indicaba la llegada al Puerto de La Guaira muy cerca de Caracas la capital de Venezuela. Cecilia no lo podía creer. Había pasado veintisiete días, desde que partió de su tierra. Llegó el gran día esperado por todos los tripulantes del Santa María. El navío, llegó a tierra firme. Su destino final. Caracas. Venezuela.

Cecilia, de inmediato sintió el olor a sal del mar caribe. La brisa cálida, pasó por su rostro, secando las lagrimas de tristeza por su madre y sus hermanos. Veía ante sus ojos, un nuevo mundo. Una ciudad grande. Una nueva vida. Allí estaba, Fernando, su esposo, en medio de la multitud de personas, que esperaban en el puerto a recibir a los viajeros. Abrazos, lágrimas, sonrisas, emociones de un momento único en su vidas. La mejor bienvenida. La esperaba el hombre que le hizo una promesa.

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Plaza O´Leary, El Silencio. Caracas. Venezuela. 1960.                                        (Cortesía Fundación Fotográfica Urbana

Cecilia, recogió su equipaje, pasó por el protocolo de aduanas y emprendió su viaje hacia «El Paraíso», en un carro que le prestó el hermano de Fernando, quien ya tenía un par de años en Venezuela. La acompañaron dos vecinas que tenían el mismo destino de viaje hacia el centro de Caracas. Cecilia observaba con atención y emoción a través de la ventana del auto una enorme ciudad. Edificios. Carreteras amplias. Cientos de personas, caminando por las calles, por  las aceras de una gran ciudad.

Los primeros días en Caracas, fueron para ubicarse. Qué hacer en esta ciudad tan enorme?. Al lado de Fernando, las cosas se fueron encaminando. Él, ya tenía un año viviendo en Caracas, así que contaba con amigos y primos que lo ayudaron a buscar hospedaje para los dos, más un trabajo. La oferta que les brindaron fue en el área de servicio, panadería, charcutería, abastos…Para la época, los inmigrantes que llegaban a Venezuela, en particular la comunidad portuguesa se dedicaron al ramo del comercio. El dictador revocado Marcos Pérez Jimenez, abrió las puertas a la mano de obra extrajera lo que se convirtió en un considerable aporte al país.

El fenómeno migratorio fue muy notable, la relación entre criollos y portugueses al igual que con canarios e italianos se hizo cada vez mas fuerte. No sólo migraban por la oferta de trabajo, si no para establecer una familia, bien sea con las de su misma raza o con el acriollado. El europeo fue adquiriendo las costumbres y conociendo la idiosincracia del Venezolano. Los portugueses participaban en las diversas tareas del quehacer diario y mas tarde también ocuparon puestos a nivel político y social.

 

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Arepera en Caracas. Venezuela. 1950

Cecilia y Fernando igualmente se fueron adaptando a nuevas costumbres. Aprendieron a hablar español se integraron sin prejuicios, fueron acogidos en una nueva sociedad que los aceptó tal cual eran. Nunca dejaron de ser portugueses, más allá de eso, fueron adoptados como Venezolanos. Gustaron de la gastronomía venezolana y aportaron su granito de arena. El vivo ejemplo fue y es la «arepa«, se convirtieron en expertos areperos. Emprendieron un negocio, una «Arepera» totalmente criolla con mano de obra luso-venezolana.

Venezuela fue y es el país que los recibió con los brazos abiertos. Cecilia y Fernando al igual que muchos que llegaron a Venezuela la denominaron como la «Tierra de Gracia» porque así lo sintieron y vivieron. Sus hijos fueron  naciendo y creciendo al igual que el amor a la segunda tierra que les brindo todo lo que esperaban.

Con mucho esfuerzo, constancia y trabajo más trabajo Fernando, Cecilia y dos de sus diez hijos venezolanos, lograron volver de nuevo a Madeira, después de 30 años. Las Saudades por la tierra que los vio nacer, por su familia, eran grandes, sin embargo, su lugar, su sitio, su hogar fue y sigue siendo, Venezuela. Porque los hechos son parte de nuestra historia. 

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Gernika, un ensayo de masacre.

La gente empezó a correr, a gritar, a empujar… Entramos todos a empellones en un refugio (…) No tenía luz ni sistema de ventilación»

Luis Iriondo, sobreviviente

Actualizado 27/11/2017

Susana Gomes

El cuadro de la denuncia

El pintor, escultor y poeta español Pablo Ruíz Picasso, dejó representado en un lienzo en óleo, las tres horas y quince minutos, donde se cubrió el cielo de Gernika con una nube de humo negro, producto de la bola de fuego en que se convirtió el pueblo. La obra maestra de Picasso, lanza una voz de protesta, ante el bombardeo salvaje sobre la villa de Gernika y Lumo, convirtiéndola en una de las obras más famosas del mundo.

El hecho representado en el cuadro de Guernica, se desarrolló en 1937, en plena Guerra Civil Española, donde los aliados fascistas alemanes e italianos del General Francisco Franco, representaban el bando nacional y se enfrentaba contra el bando republicano. Gernika, no tenía precedentes en la historia militar. Franco y sus aliados, hicieron su ensayo de guerra total contra una población civil, inocente, que no era un objetivo militar.

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En enero de ese mismo año, el gobierno español le pidió a Pablo Picasso, que creara algo para la Exposición Internacional en París que se llevó a cabo en junio. Sin embargo, Picasso, atravesaba unos meses donde su creatividad no fluía. Al enterarse de la tragedia del bombardeo a Gernika, quedó impactado. Tardó aproximadamente dos meses, para plasmar sobre el lienzo las desgarradas figuras en blanco, negro y gris que conmueven, trasmitiendo emociones y donde muestra piedad y respeto ante la tortura. Son nueve personajes que aparecen en el cuadro, que hacían vida en las calles de Gernika. Entre ellos están, 4 mujeres, un caballo, un toro, un pollo o pájaro, una bombilla y un hombre.

Cada personaje, representa un profundo sentimiento de dolor y a la vez valentía ante la pérdida de la vida. Las mujeres, que corrían de una lado a otro despavoridas, en busca de sus hijos, es el personaje que se repite en 4 ocasiones en la obra. La mujer, símbolo de maternidad, de unión filial; carga en sus brazos a su hijo. Clamor, resignación, gritos de desesperación se reflejan en sus rostros. Todo arde, por causa de las bombas. El blanco y negro nos dice que no hay motivos de celebraciones.

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El autor, Picasso, quizo dejar marcado, que no hay explicación ante lo horrible que puede ser el exterminio. La mujer es la gran protagonista del hecho. Huyen de las llamas, pero, iluminan con el candil. Vida y muerte representados. El pollo, revela el sufrimiento de los animales que volaban al compas de la tormenta de humo. El hombre tirado al piso, expresa el soldado español que soñaba con la libertad. Allí está, desmembrado, extendido en forma de cruz.

Así mismo, para Juan Larrea, amigo intelectual de Picasso; el toro, era el símbolo del pueblo Español. También, se ha dicho que encarna al propio Picasso. El caballo, simboliza al pueblo español atacado. En la parte superior del cuadro, sale el sol a través de la bombilla. La luz, en medio de las tinieblas, con ojo que todo lo ve. Desde arriba, se puede observar cómo una pequeña ciudad es devastada por la mano del hombre, sin ni siquiera contar con premoniciones. La guerra llegó a Gernika, sin contar con adversarios preparados. Pero, por qué el bombardeo a Gernika.

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El bombardeo

Gernika es una villa ubicada en el Municipio de Vizcaya, País Vasco, que se extiende por el norte de España. Era una ciudad antigua. Una villa noble, considerada la «ciudad santa» de los Vascos. Su iglesia es del siglo catorce. Calles estrechas, casas con armazón de madera y paredes de ladrillo formaban parte de la zona. Tenían industrias de fábricas de maquinarias, calzado, chocolates y caramelos. Los lunes, era el día dedicado al comercio. Compra, ventas de productos de los habitantes de la zona y pueblos vecinos, hacían de ese día, el más importante de la semana.

Un bombardeo feroz, acabó con la esperanza de un pueblo en un día de mercado. Ya era casi las cinco de la tarde, de aquel lunes 26 de abril de 1937 cuando se escucho las alarmas del pueblo y las campanas de la Iglesia repicar en señal que algo estaba sucediendo. Comenzaron a sobre volar los aviones. Más de diez bombardeos, uno detrás del otro lanzando bombas de hasta 1.000 libras. El fuego y la destrucción se apoderaron de la villa.

La gente corría de un lado a otro, tratando de huir a los refugios. Muchos eran ametrallados. Gritos de mujeres, llantos de niños, ruidos estrepitosos a causa de la explosión de las bombas. Todo eso era Gernika. Con el estallidos de los kilos de granadas, el humo se hizo cada vez más denso. El fuego ardía. Sólo cenizas dejaba a su paso y una ciudad destruida. Los pobladores aterrorizados en los refugios, contaban los segundos para que todo acabara. Trataban de rezar en medio del pánico. El aglomeramiento era de tal modo, que casi no había oxigeno. Nadie podía imaginar lo que verían al salir de ese sitio. Los sobrevivientes señalan, que una semana duro Gernika en llamas.

El bombardeo fue totalmente premeditado para acabar con la ciudad y sus habitantes. Primero, pequeños grupos de aviones lanzaban bombas pesadas sobre toda la ciudad. Después, los aviones alemanes atacaban a los civiles y ametrallaban para liquidar a la población. Muchos huían despavoridos hacia los refugios para salvar sus vidas. Otros, corrían en busca de sus familias, pero eran alcanzados por las bombas incendiarias. El Ayuntamiento, destruido. La iglesia de San Juan, destruida. El matadero, la alhóndiga, el teatro Liceo… todo reducido a escombros. Todo, menos la Casa de Juntas y el célebre Árbol de Guernica, símbolos del nacionalismo vasco.

Los sobrevivientes

«Cuando salí de entre los sacos al exterior me detuve aterrado. Todo el pueblo estaba en llamas. Una nube de humo cubría el cielo. No sabía si el fin del bombardeo sería definitivo y eché a correr junto a los tenderetes derribados de los quincalleros y corrí hacia las escaleras que junto a las escuelas de las niñas subían hacía la Casa de Juntas para de allí ir a la carretera de Lumo y salir al campo Al pasar junto al “sacafaltas” sin detenerme, miré hacía abajo y vi que todo Gernika era una hoguera». Luis Iriondo, relata su vivencia del bombardeo a Gernika.

También, una mujer sobreviviente, Miren de Gomeza, describe el día más horrible de su vida. «los aviones revoloteaban por encima de nuestras cabezas; eran aviones alemanes, con la Cruz Gamada, bajo sus alas. Corrí sin saber a donde, y al pasar por el Palacio Alegría, salió a mi paso el Conde de Montefuerte, propietario del Palacio, y me dijo: -Pero, niña ¿a dónde vas tan asustada? y yo le contesté -No lo sé, Don Manuel, voy escapando de los aviones-.»

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Miren, Luis, Pedro, sobrevivientes de aquel lunes de mercado del año 1937, comenzaron una nueva vida, después del bombardeo a Gernika. Ni uno de ellos, imagino antes, por lo que pasarían. Aquella noche nadie pudo cenar en familia, como era costumbre. Los primeros días fueron muy duros. Largas e intensas caminatas hicieron a pueblos cercanos, buscando refugio entre familiares y amigos. El hecho no se conoció en todo el país, si no, pasadas las semanas; por esta razón las ayudas no llegaron a tiempo. Iriondo, comenta en su testimonio: «Amanecía cuando llegamos. Desembarcamos y nos condujeron a un cine, donde nos dieron pan y queso. Mi madre nos dejó recomendándome que cuidara de mis hermanos. A media mañana volvió para decirnos que aquella noche ya teníamos donde dormir. Había buscado a un fabricante de muebles del que había sido cliente y nos había invitado a que pasáramos en su casa la noche. Nos dio tortilla para cenar y aquella tortilla, por el hambre que tenía, me pareció la tortilla más rica del mundo.

Los sobrevivientes, de Gernika sufrieron las consecuencias de una guerra sin tener apoyo internacional. Día a día buscando la salida. Ellos, al igual que muchos otros trataron de buscar la esperanza, la recuperación en sus vidas ante tanta destrucción. Por la cercanía y su ubicación, muchos llegaron a Francia para pasar un tiempo. Sin embargo, un continente les ofreció el gran sueño de comenzar de nuevo: América Latina. Una patria, de tantas, les abrió los brazos para hacerlos sentir como en casa: Venezuela.

En fin, el hecho del bombardeo en Gernika, plasmado en blanco y negro a través de una obra de arte, se vistió de colores, cuando los sueños y las esperanzas se hicieron realidad. Hace ochenta años de este hecho.Porque la vida esta marcada por hechos y los hechos son parte de nuestra historia. 

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