«La Reina Pepiada»

«Yo le di una tostada en sus manos y le dije: ‘Mire, esta tostadita se la preparó mi mamá especialmente y se va a llamar La Reina, así como lo es usted’. Ella me dijo: ‘Muchas gracias, mijo’, y se la comió con un juguito».

Actualizado 21/11/2017

Susana Gomes

La Reina Venezolana

Para los Venezolanos la arepa representa la tradición culinaria más importante. Se come en todo el territorio nacional de diferentes maneras como plato principal o acompañante en los desayunos y cenas. La arepa, forma parte de la identidad del venezolano, es totalmente saludable y es el producto gastronómico más popular proyectado nivel mundial. Existe una arepa con un relleno particular llamado «Reina Pepiada» es la Reina, como su nombre lo indica, entre todos los diferentes rellenos. El hecho que llevó a tomar este nombre te lo contamos a continuación:

El hecho se registro en el año 1955, cuando se realizó la quinta edición del Certamen de Belleza Miss Mundo en Londres. La venezolana de 19 años, Carmen Susana Duijm Zubillaga, media 1.74, con ojos café y larga cabellera negra, concursó y se coronó como la Miss Mundo de ese año. Fue la primera Corona que una mujer venezolana conquistó en la historia de los torneos de belleza. Su belleza era innata, atrapó el cariño, la simpatía y respeto a nivel global.

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Carmen Susana Duijm Zubillaga, Miss Mundo 1955.

En el mismo año, existía en Caracas un establecimiento comercial llamado «Los Hermanos Álvarez» ubicado en La Gran Avenida, la que comunicaba a la Plaza Venezuela con Sabana Grande. Sus dueños era los hermanos Álvarez, quienes vendieron las primeras «tostadas» como eran llamadas en ese entonces las arepas. Ya los hermanos Álvarez eran conocidos por las famosas empanadas que hacían en la Esquina de Cola e’ Pato, en El Guarataro. Testimonios aseguran que las empanadas se hicieron tan famosas que la gente iba desde El Paraíso y otros sitios expresamente a probarlas.

Pues con esa misma fama le dieron rienda suelta a la creatividad culinaria y se inventaron una arepa rellena de pechuga de pollo, petit pois y lonjas de aguacate. Con esa creación los hermanos Álvarez quisieron darle un tributo de agradecimiento a la Miss Mundo Susana Duijm por haber traído la corona a Venezuela.

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Heriberto Álvarez, uno de los creadores de la Reina Pepiada nos narra: «Ese mismo año, la señorita Susana Duijm ganó el Miss Mundo. Para rendirle homenaje, vestimos de reina a una de nuestras sobrinas, que tenía apenas 12 años. La sentamos como en un altarcito para que la gente la viera en el establecimiento. Entonces pasó un señor y nos preguntó por qué teníamos a esa niña allí. Le explicamos que era un homenaje a la nueva soberana de la belleza. Nos dijo: ‘¡Pero si yo soy el papá de Susana! Se las voy a traer para acá’. Y así fue. Un viernes, como a las 10:00 de la noche, se apareció la señorita Susana con su papá. Yo le di una tostada en sus manos y le dije: ‘Mire, esta tostadita se la preparó mi mamá especialmente y se va a llamar La Reina, así como lo es usted’. Ella me dijo: ‘Muchas gracias, mijo’, y se la comió con un juguito. Y como en esa época, a las mujeres de buenas curvas, así como Susana, se les llamaba ‘pepiadas’, le pusimos ese apellido a la arepa.

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La fama de los Hermanos Álvarez se extendió por toda la ciudad de Caracas, muchos eran los clientes que visitaban su local en Sabana Grande y disfrutaron del buen sabor de las arepas y la atención de los hermanos. Los consumidores ‘más pesados’ eran Rómulo Betancourt, Jóvito Villalba, Gustavo y Eduardo Machado, Ignacio Luis Arcaya, Salvador Salvatierra, Carlos Morales, Oswaldo Karam, Eugenio Mendoza, Manuel Egaña, José Antonio Mayobre, Amador Bendayán y ‘musiú’, Billo Frómeta, el célebre Rafael Minaya, Alfredo Tarre Murci, Kotepa Delgado, Alirio Ugarte Pelayo, José Agustín Catalá, ‘el negro’ Pérez Díaz, entre otras.

Las primeras arepas

El nombre de arepa se le atribuye desde los tiempos de los indígenas en Venezuela, quienes sembraron, recolectaron y procesaron el maíz como  parte de sus faenas de trabajo diarias para el sustento de las familias. Así mismo, la antropóloga de la Universidad Central de Venezuela, Ocarina Castillo, declara a la BBC Mundo: «los cronistas y los datos arqueológicos nos hablan de que la arepa es un alimento que existió antes de la llegada de los conquistadores españoles a América».

La masa de la arepa esta hecha de maíz cocido y molido, los indígenas, lo molían entre dos piedras lisas y llanas y luego creaban pequeñas bolas que asaban en un “aripo”, (especie de plancha un poquito curva fabricada en barro, que se utiliza para la cocción, también conocemos una variación de éste como “budare”) del nombre de este utensilio deriva la palabra “Arepa”. 

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La receta de los hermanos Álvarez, descrita por Don Heriberto era la siguiente: ‘Se amasaba muy bien la mezcla y se le incorporaba una cucharadita de mantequilla. En aquella época se conseguía la marca Alfa, que era muy buena y salía barata. Así, la masa adquiría una textura más flexible y perdurable. Una vez que se les daba forma, las arepas iban al budare por cinco minutos, luego al fogón hasta que se les levantaba la conchita, lo cual indicaba que estaban listas. 

Actualmente, la preparación de la arepa es más versátil con la harina de maíz precocida sólo necesita agua y sal para obtener una masa homogénea que se puede cocinar de diferentes formas. Además, hay quienes le incorporan en la preparación de la masa vegetales para obtener colores y sabores variados, como pueden ser la zanahoria, remolacha, peregil, pimentón entre otros. Si de rellenos se trata la creatividad es aún mayor, pues, se conoce nombre particulares como las siguientes:

  • Pelúa: rellena con carne mechada y queso amarillo rallado.
  • Rompe colchón: Frutos de mar como pulpo, pepitonas, y calamares a la vinagreta.
  • Catira: Pollo con mucho queso amarillo.
  • Dominó: Caraotas negras con queso blanco rallado.
  • Patapata: Cuando a las caraotas se le acompaña con queso amarillo, tomate y aguacate.
  • Pabellón: Se integran elementos del pabellón criollo en el relleno de la arepa, como carne mechada, tajadas y caraotas negras.
  • A caballo: Huevo frito.
  • Llanera: Carne cortada muy finita, tomate en rodajas, aguacate y queso guayanés.
  • Perico: Revoltillo de huevos, cebollas, tomates y sal.
  • Pernil: Pernil horneado, tomate y mayonesa.
  • Sifrina: Igual que la Reina Pepiada, pero con queso amarillo rallado.
  • Rumbera: Pernil horneado y queso amarillo rallado.
  • Cazón: Guiso a base de pescado.

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Disfrutar del sabor de cualquiera de las arepas mencionadas es un privilégio al paladar. En Venezuela el relleno hace la diferencia y es lo que realmente la identifica como el alimento de la mesa venezolana. Como escribió el poeta Alfredo Armas Alfonzo en 1945, citado en el libro ¡Viva la Arepa!, del historiador Miguel Felipe Dorta.»La arepa es un símbolo gastronómico de lo esencial venezolano, digno de un monumento» 

Dicho monumento es llevado actualmente en muchas cabezas y sueños de emprendedores venezolanos esparcidos por el mundo, que promueven a la «Reina Pepiada» como su nombre lo indica; como la reina de las arepas. Cada 10 de septiembre se celebra el día mundial de la arepa donde se da homenaje a este emblema de la mesa venezolana en sus diversas presentaciones.

En definitiva, el hecho del homenaje a Susana Duijm por parte de los Hermanos Álvarez en ese 1955, dio buen pie a la leyenda de la arepa, la más conocida y más sabrosa del mundo. El sabor y la belleza venezolana identifican una nación que le rinde honor a la «Reina Pepiada». Porque la vida esta marcada por hechos y los hechos son parte de nuestra historia.

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Venezuela, nuestra segunda tierra.

«Cecilia, de inmediato sintió el olor a sal del mar caribe. La brisa cálida, pasó por su rostro, secando las lagrimas de tristeza por su madre y sus hermanos. Veía ante sus ojos, un nuevo mundo»

Actualizado 26/08/2017

Susana Gomes

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Cerca del mediodía, del 4 de junio del año 1958, Cecilia se encontraba ayudando a su mamá en la preparación del almuerzo para sus hermanos varones, quienes trabajaban en la fazenda. Entre tanto la vecina María, había bajado al pueblo de Câmara de Lobos para recoger la correspondencia. Las papas (semilhas), couves, y la carne de cochino eran los ingredientes de costumbre que no faltaban en el almuerzo y la cena. En las mañanas; pan, bica o garoto, suficientes para despertar y ponerse a trabajar duro. No tenían abundancias, sólo lo que generosamente daba la tierra.

Aquella tarde, la espera de la Señora María, se hizo larga para Cecilia. La vida en Garachico y el resto de la isla de Madeira no era fácil. Los caminos eran largos, sinuosos y de tierra para ir y venir, las vías de comunicación eran pocas. Las Levadas eran los atajos. El Rodoeste, pasaba para la ciudad; Funchal, cada dos horas. Muy rara vez la Cecilia visitaba la ciudad. Los domingos, sólo asistía a Misa en la Iglesia San Sebastian en Câmara de Lobos.

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Porto Moniz. Isla de Madeira.

-«Dona Firmina, traje una carta para su hija Cecilia». La madre de Cecilia, con triste semblante y Saudades anticipadas, presentía el contenido de aquella carta. Era la tercera misiva que recibía Cecilia, del mismo autor; Fernando.

Fernando, fue vecino de Cecilia. Desde niños, brincaban, gostaban-se um do outro. Esa amistad fue más allá. La frecuencia, los detalles, la simpatía, en medio de lo poco, le llevó a «pedir la mano» de Cecilia, a Dona Firmina. Sin embargo, Fernando, partió. Dejó la palabra de reunirse con quien sería su esposa. En la distancia, contrajeron matrimonio por poder. Él en Venezuela. Ella en Madeira. La ley permite el matrimonio por poderes cuando uno de los dos contrayentes no puede estar presente en el lugar, fecha y hora de la boda.

 -Mãe, es la carta de petición de mi marido. En un mes debo irme en el Santa María». Exclamó Cecilia. Con voz temerosa y una sonrisa tímida.  Firmina, sólo condujo su mirada a la ventana que tenía la gran vista al mar. El mar, siempre estuvo allí, como paisaje de la isla de todos los días, como aquel cuadro vivo que nunca se puede cambiar. En ese mar, vería otro camino. El mar donde navegaría los sueños y una nueva vida. Fernando, cumplió con su palabra. Cecilia, aceptó la espera en silencio. Sólo recibía letras que luego se convirtió en hechos. El mar fue testigo.

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Zonas de Cultivos. Isla de Madeira 1960.

Firmina, le tocó respetar aquel contenido de esa carta. En el fondo sabía que su hija, tomaba la mejor decisión. Reunirse con su marido. Quedarse en Madeira, no era lo más conveniente. La caída del fascismo en Europa no afectó a Portugal debido a que se mantuvo como país neutral en la Segunda Guerra Mundial. Sin embargo, ya se hablaba, del atraso económico que se produjo en el país a causa de las guerras coloniales, la autarquía y el escaso desarrollo industrial. La emigración durante esta década a otros países fue numerosa, sobre todo a Estados Unidos, Francia, Alemania, Sudáfrica, Antillas Holandesas, Brasil y Venezuela.

El viaje en el «Santa María».

Sentimientos encontrados abordaron a Cecilia. Aquella mañana, del 4 de julio de 1958, con lagrimas en su rostro, pocas palabras y con un fuerte abrazo se despidió de su familia. En su cabeza y en su corazón, tenía la gran ilusión de hacer una nueva vida. Su madre Filomena la confío a Nossa Senhora de Fátima. Era muy religiosa. Así que, su fe, fue mas grande, que la tristeza de despedir a una hija. Un nuevo mundo la esperaba. Una nueva cultura. Una nueva sociedad. Sin presumir con títulos universitarios. Sólo le acompañaba el oficio del bordado y la cocina. No hizo falta ser alfabeta para emprender un nuevo proyecto de vida.

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Trasatlántico Santa María 1958

Cecilia, llevó puesto el vestido negro de ir a misa los domingos. Era su mejor prenda de vestir. Zapatos nuevos; un regalo ofrecido por su vecina, la Señora María. Una maleta, con lo poco que tenía, pero sí lo suficiente para comenzar. Lista, a bordo!. Acompañada de un grupo de vecinas conocidas, que emprendieron con coraje la misma aventura de Cecilia. La noticia que circulaba en el pueblo de Garachico, daba de que hablar sobre quienes recibieron sus cartas de petición e inmigraban de la isla en el Santa María.

El Santa María, fue el trasatlántico portugués, propiedad de la Companhia Colonial de Navegaçao que cubrió la ruta entre Lisboa, Tenerife y Caracas. Esta Compañía, que en 1951 poseía 10 buques, encargó la construcción de dos modernas unidades para sustituir al Mouzinho (1929-1954) y al Serpa Pinto (1940-1955). El buque prestó servicio de forma casi ininterrumpida, hasta la primavera de 1973 en la que quedó inmovilizado en Lisboa por problemas de propulsión.

La llegada al puerto de la Guaira.

Los días en el viaje se hicieron largos. Las mujeres se reunían a conversar en las tardes. Aprovechaban el tiempo para bordar y conocer otras inmigrantes con sus historias. Cada quien, llevó en su maleta los sueños y esperanza de vivir una nueva vida. Las saudades, se sintieron en el transcurso del viajeLos recuerdos de su casa, la familia, los vecinos, las amigas bordadoras, llegaban a la mente de Cecilia. Estar por primera vez en el barco, emprender un viaje a sus 24 años la hicieron fortalecer. La Saudade, se convirtió con el pasar del tiempo en esperanza.

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El «Santa María» en uno de sus puertos de llegada.

En la mañana, del martes 1 de Agosto de 1958, se escuchó la bocina en el barco que indicaba la llegada al Puerto de La Guaira muy cerca de Caracas la capital de Venezuela. Cecilia no lo podía creer. Había pasado veintisiete días, desde que partió de su tierra. Llegó el gran día esperado por todos los tripulantes del Santa María. El navío, llegó a tierra firme. Su destino final. Caracas. Venezuela.

Cecilia, de inmediato sintió el olor a sal del mar caribe. La brisa cálida, pasó por su rostro, secando las lagrimas de tristeza por su madre y sus hermanos. Veía ante sus ojos, un nuevo mundo. Una ciudad grande. Una nueva vida. Allí estaba, Fernando, su esposo, en medio de la multitud de personas, que esperaban en el puerto a recibir a los viajeros. Abrazos, lágrimas, sonrisas, emociones de un momento único en su vidas. La mejor bienvenida. La esperaba el hombre que le hizo una promesa.

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Plaza O´Leary, El Silencio. Caracas. Venezuela. 1960.                                        (Cortesía Fundación Fotográfica Urbana

Cecilia, recogió su equipaje, pasó por el protocolo de aduanas y emprendió su viaje hacia «El Paraíso», en un carro que le prestó el hermano de Fernando, quien ya tenía un par de años en Venezuela. La acompañaron dos vecinas que tenían el mismo destino de viaje hacia el centro de Caracas. Cecilia observaba con atención y emoción a través de la ventana del auto una enorme ciudad. Edificios. Carreteras amplias. Cientos de personas, caminando por las calles, por  las aceras de una gran ciudad.

Los primeros días en Caracas, fueron para ubicarse. Qué hacer en esta ciudad tan enorme?. Al lado de Fernando, las cosas se fueron encaminando. Él, ya tenía un año viviendo en Caracas, así que contaba con amigos y primos que lo ayudaron a buscar hospedaje para los dos, más un trabajo. La oferta que les brindaron fue en el área de servicio, panadería, charcutería, abastos…Para la época, los inmigrantes que llegaban a Venezuela, en particular la comunidad portuguesa se dedicaron al ramo del comercio. El dictador revocado Marcos Pérez Jimenez, abrió las puertas a la mano de obra extrajera lo que se convirtió en un considerable aporte al país.

El fenómeno migratorio fue muy notable, la relación entre criollos y portugueses al igual que con canarios e italianos se hizo cada vez mas fuerte. No sólo migraban por la oferta de trabajo, si no para establecer una familia, bien sea con las de su misma raza o con el acriollado. El europeo fue adquiriendo las costumbres y conociendo la idiosincracia del Venezolano. Los portugueses participaban en las diversas tareas del quehacer diario y mas tarde también ocuparon puestos a nivel político y social.

 

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Arepera en Caracas. Venezuela. 1950

Cecilia y Fernando igualmente se fueron adaptando a nuevas costumbres. Aprendieron a hablar español se integraron sin prejuicios, fueron acogidos en una nueva sociedad que los aceptó tal cual eran. Nunca dejaron de ser portugueses, más allá de eso, fueron adoptados como Venezolanos. Gustaron de la gastronomía venezolana y aportaron su granito de arena. El vivo ejemplo fue y es la «arepa«, se convirtieron en expertos areperos. Emprendieron un negocio, una «Arepera» totalmente criolla con mano de obra luso-venezolana.

Venezuela fue y es el país que los recibió con los brazos abiertos. Cecilia y Fernando al igual que muchos que llegaron a Venezuela la denominaron como la «Tierra de Gracia» porque así lo sintieron y vivieron. Sus hijos fueron  naciendo y creciendo al igual que el amor a la segunda tierra que les brindo todo lo que esperaban.

Con mucho esfuerzo, constancia y trabajo más trabajo Fernando, Cecilia y dos de sus diez hijos venezolanos, lograron volver de nuevo a Madeira, después de 30 años. Las Saudades por la tierra que los vio nacer, por su familia, eran grandes, sin embargo, su lugar, su sitio, su hogar fue y sigue siendo, Venezuela. Porque los hechos son parte de nuestra historia. 

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