Pedro Infante, el ídolo inmortal.

Grabó 351 canciones y filmó 61 películas. Murió a las 39 años pero su arraigo popular se extiende hasta hoy en cada rincón de su país natal: México.

Actualizado 18/11/2017

Susana Gomes

Último vuelo.

La música y la actuación fueron sin duda los elementos que le dieron la fama en su tierra natal, México y en el resto del mundo. Se dejó querer por la gente encarnando personajes con los cuales se identificaba y transmitía con total naturalidad y carisma. Transmitió la identidad nacional del mexicano. Pero, había algo más que le gustaba y tuvo la oportunidad de practicarlo; ser aviador. Hablamos de Pedro Infante Cruz, gran artista que llevó la cultura popular azteca a vivir una época dorada.

El interprete de «Amorcito Corazón», contó con 19 años de fama artística donde cosechó gran admiración por su público. Aquella mañana del 15 de abril de 1957, nadie creyó lo que estaba ocurriendo en el estado de Yucatán, a  las 7:54 de la mañana, entre las calles 58 y 87 en Mérida, donde cayó el avión B-24 Liberator, un bombardero transformado en nave de carga. Los tres pasajeros a bordo, el piloto Víctor Manuel Vidal Lorca, el copiloto Pedro Infante Cruz y el mecánico Marcial Bautista. Los tres perecieron en aquel fatídico accidente. Además, se reportó la muerte de la ciudadana Ruth Rossel, quien se encontraba en los alrededores.

 

A las 8:15 de la mañana, de aquel lunes 15 de abril, el locutor Humberto Sánchez Rodríguez, de la estación XEMH, interrumpió la programación y la audiencia escuchó lo siguiente: «¿Es realmente cierto que nuestro querido Pedro Infante ha fallecido?» -le preguntó al reportero Fernando Vales, quien le respondió – «Lamentablemente sí, es cierto. Aquí tenemos las órdenes de despacho debidamente firmadas por Pedro Infante como copiloto». Notablemente afectado, Sánchez Rodríguez expresó: «Desgraciadamente, XEMH Radio Mérida confirma, en una forma oficial, la muerte de nuestro querido actor Pedro Infante».

Nadie lo podía creer, con tan sólo 39 años de edad y viviendo una fama artística única, se marcharía de este mundo en un hecho tan trágico y lamentable. La población quedo atónita con la noticia, tanto así que han pasado los años y son muchas las versiones de creer ver a Pedro Infante resucitado en hombres con mucho parecido físico. Pero, la verdad es que el hecho ocurrió aquella mañana de 1957 y donde él mismo, de alguna manera presentía su final cuando le dijo a su productor cinematográfico Ismael Rodríguez«Se que yo también voy a morir en un accidente de aviación»

 

El 16 de abril, un día después de accidente, miles de personas se trasladaron al Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México, para recibir los restos del ídolo. Luego fue llevado el ataud al Teatro Jorge Negrete donde le rindieron homenaje póstumo miles de seguidores. Entre Mariachis cantando sus temas, arreglos florales, lágrimas de todo un pueblo que le costó asimilar la partida del gran Pedro Infante. Más de cien mil personas estuvieron presente ese día hasta su cortejo fúnebre que llegó hacia el Panteón Jardín donde sus restos fueron sepultados.

Pedro Infante había sufrido dos accidentes aéreos anteriormente. El primero sucedió cuando volaba por la ciudad de Guasanave, en el estado mexicano de Sinaloa, hacia la zona costera del pacífico. El avión que piloteaba se estrelló y fue atendido por una herida en el mentón. El segundo accidente fue más grave, ocurrió el 22 de mayo de 1949 en Zitácuaro, una ciudad mexicana del estado de Michoacán. En esa oportunidad Infante sufrió una severa lesión en la cabeza, que incluso le produjo perdida de la audición en el oído izquierdo. Fue intervenido quirúrgicamente donde le colocaron un placa de platino en la frente, la cual sería pieza de identificación de su cuerpo, por parte de los especialistas forenses en el fatídico accidente.

Pasión y Carisma.

El interprete de 366 canciones y protagonista de más de 30 películas consiguió fama y popularidad gracias a su carisma, trabajo y sobre todo su recia actitud en todo lo que hacía. Pedro Infante tenía una personalidad con carácter, a la vez se presentaba alegre, sencillo, amoroso, bromista, pícaro a la hora de hablar y enamorar a las mujeres; todo esto lo llevo a ser verdaderamente un fenómeno social. Hablamos de una leyenda en su tierra y más allá de las fronteras de México.

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En 1943, el «Ídolo de Guamúchil» fue contratado para reforzar una película titulada «La feria de las flores». Esta película marcó el inicio hacia el estrellato en el mundo del cine y la música. Su naturalidad, simpatía y versatilidad le llevaron rápidamente a ser uno de los mejores, le iba bien hacer de carpintero, como de sacerdote, peluquero, policía, aviador, boxeador, mujeriego, entre otros. Sus personajes representaban e identificaban la cultura del mexicano. La gente se sentía cercana con cada uno de sus interpretaciones, el sociólogo mexicano, Baltazar Gómez Pérez lo define como el «ídolo de México porque la gente se identifica con el». 

El éxito de Pedro Infante le permitió vivir y ser protagonista junto a otros actores de la época dorada del cine mexicano. La segunda Guerra Mundial finalizó en 1945, y para ese entonces la proyección de sus personajes mostraban otra panorámica diferente que gustaban y calaban muy bien en la sociedad mexicana y latinoamericana, que dio como resultado un impulso a la industria nacional mejicana. Infante ya tenía en sus proyectos hacer cine en Estados Unidos y España, pero, el hecho de su muerte trágica lo impidió. Junto a el actuaron grandes estrellas que también compartieron la época dorada como Jorge Aguilar, Mario MorenoGermán ValdésEvita Muñoz entre otros y la española Sara Montiel.

«Cuando uno comienza esta carrera, lo que quiere uno es que lo vean, que lo jalen, que le pidan autógrafos. Ya cuando se logra, bueno pues hay que hacerlo con mucho gusto», comentó el autor de  «Pepe el Toro» al periodista Armando del Moral, en una de las últimas entrevistas que concedió. Su vida no conocía descanso a nivel profesional, entre rodajes, grabaciones en estudio, composición, atención a la prensa y conciertos no tenía el tiempo para su vida privada. Los críticos de la época comentaron que su pasión por la aviación lo hacía sentir libre en medio de tanta presión que implicó su vida artística.

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Así mismo, en 1951, siguiendo con su acelerado ritmo de trabajo, interpretó «A toda máquina», «Ahí viene Martín Corona y El enamorado», a las que siguieron, en 1952, «Dos tipos de cuidado» y «Pepe el Toro»; dos películas más: «Escuela de vagabundos» y «El mil amores», en 1954; «El inocente», en 1955, «Tizoc» y «Escuela de rateros», en 1956. Ese mismo año, obtuvo el Premio Ariel a la mejor actuación masculina por el drama (uno de los pocos que interpretó en su fugaz pero intensa carrera) «La vida no vale nada». Tras su muerte, fue distinguida su participación en «Tizoc» con el Oso de Plata del Festival de Berlín (1957) y el Globo de Oro de Hollywood (1958).

La escritora Ángeles Mastretta, en una entrevista con el diario El País, declara que 20 años después de su fama y su muerte, en los sesenta y setenta, «las películas de Pedro Infante sobrellevaron la convivencia con el rock de Elvis y la drástica irrupción de los Beatles». Y explica sus inicios: «Alcanzó a mis abuelos al final de su juventud, fue la piedra de toque y la fascinación de los cuarentas y cincuentas: no hubo entonces imaginación que se le resistiera, ni falda que no inquietaran sus canciones». 

En fin, en tan solo 19 años de carrera artística Pedro Infante consiguió el éxito a nivel profesional. Lo más relevante es que aún en nuestros tiempos, sigue vigente su fama, su cercanía con el pueblo, sus mitos y leyendas de que aún los mexicanos lo sienten vivo en su memoria y en su corazón. Para los aztecas, Pedro Infante representa un símbolo de la identidad nacional, a través de sus letras y personajes plasmados en la actuación. Sesenta años han transcurrido desde aquella mañana de 1957 cuando ese hecho marcó un antes y un después en la música y el cine mexicano. A partir de ese acontecimiento lamentable a bordo de un aparato creado por el hombre, un gran artista se hizo una verdadera leyenda inmortal, porque la vida esta marcada por hechos y los hechos son parte de nuestra historia.

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«La Reina Pepiada»

«Yo le di una tostada en sus manos y le dije: ‘Mire, esta tostadita se la preparó mi mamá especialmente y se va a llamar La Reina, así como lo es usted’. Ella me dijo: ‘Muchas gracias, mijo’, y se la comió con un juguito».

Actualizado 21/11/2017

Susana Gomes

La Reina Venezolana

Para los Venezolanos la arepa representa la tradición culinaria más importante. Se come en todo el territorio nacional de diferentes maneras como plato principal o acompañante en los desayunos y cenas. La arepa, forma parte de la identidad del venezolano, es totalmente saludable y es el producto gastronómico más popular proyectado nivel mundial. Existe una arepa con un relleno particular llamado «Reina Pepiada» es la Reina, como su nombre lo indica, entre todos los diferentes rellenos. El hecho que llevó a tomar este nombre te lo contamos a continuación:

El hecho se registro en el año 1955, cuando se realizó la quinta edición del Certamen de Belleza Miss Mundo en Londres. La venezolana de 19 años, Carmen Susana Duijm Zubillaga, media 1.74, con ojos café y larga cabellera negra, concursó y se coronó como la Miss Mundo de ese año. Fue la primera Corona que una mujer venezolana conquistó en la historia de los torneos de belleza. Su belleza era innata, atrapó el cariño, la simpatía y respeto a nivel global.

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Carmen Susana Duijm Zubillaga, Miss Mundo 1955.

En el mismo año, existía en Caracas un establecimiento comercial llamado «Los Hermanos Álvarez» ubicado en La Gran Avenida, la que comunicaba a la Plaza Venezuela con Sabana Grande. Sus dueños era los hermanos Álvarez, quienes vendieron las primeras «tostadas» como eran llamadas en ese entonces las arepas. Ya los hermanos Álvarez eran conocidos por las famosas empanadas que hacían en la Esquina de Cola e’ Pato, en El Guarataro. Testimonios aseguran que las empanadas se hicieron tan famosas que la gente iba desde El Paraíso y otros sitios expresamente a probarlas.

Pues con esa misma fama le dieron rienda suelta a la creatividad culinaria y se inventaron una arepa rellena de pechuga de pollo, petit pois y lonjas de aguacate. Con esa creación los hermanos Álvarez quisieron darle un tributo de agradecimiento a la Miss Mundo Susana Duijm por haber traído la corona a Venezuela.

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Heriberto Álvarez, uno de los creadores de la Reina Pepiada nos narra: «Ese mismo año, la señorita Susana Duijm ganó el Miss Mundo. Para rendirle homenaje, vestimos de reina a una de nuestras sobrinas, que tenía apenas 12 años. La sentamos como en un altarcito para que la gente la viera en el establecimiento. Entonces pasó un señor y nos preguntó por qué teníamos a esa niña allí. Le explicamos que era un homenaje a la nueva soberana de la belleza. Nos dijo: ‘¡Pero si yo soy el papá de Susana! Se las voy a traer para acá’. Y así fue. Un viernes, como a las 10:00 de la noche, se apareció la señorita Susana con su papá. Yo le di una tostada en sus manos y le dije: ‘Mire, esta tostadita se la preparó mi mamá especialmente y se va a llamar La Reina, así como lo es usted’. Ella me dijo: ‘Muchas gracias, mijo’, y se la comió con un juguito. Y como en esa época, a las mujeres de buenas curvas, así como Susana, se les llamaba ‘pepiadas’, le pusimos ese apellido a la arepa.

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La fama de los Hermanos Álvarez se extendió por toda la ciudad de Caracas, muchos eran los clientes que visitaban su local en Sabana Grande y disfrutaron del buen sabor de las arepas y la atención de los hermanos. Los consumidores ‘más pesados’ eran Rómulo Betancourt, Jóvito Villalba, Gustavo y Eduardo Machado, Ignacio Luis Arcaya, Salvador Salvatierra, Carlos Morales, Oswaldo Karam, Eugenio Mendoza, Manuel Egaña, José Antonio Mayobre, Amador Bendayán y ‘musiú’, Billo Frómeta, el célebre Rafael Minaya, Alfredo Tarre Murci, Kotepa Delgado, Alirio Ugarte Pelayo, José Agustín Catalá, ‘el negro’ Pérez Díaz, entre otras.

Las primeras arepas

El nombre de arepa se le atribuye desde los tiempos de los indígenas en Venezuela, quienes sembraron, recolectaron y procesaron el maíz como  parte de sus faenas de trabajo diarias para el sustento de las familias. Así mismo, la antropóloga de la Universidad Central de Venezuela, Ocarina Castillo, declara a la BBC Mundo: «los cronistas y los datos arqueológicos nos hablan de que la arepa es un alimento que existió antes de la llegada de los conquistadores españoles a América».

La masa de la arepa esta hecha de maíz cocido y molido, los indígenas, lo molían entre dos piedras lisas y llanas y luego creaban pequeñas bolas que asaban en un “aripo”, (especie de plancha un poquito curva fabricada en barro, que se utiliza para la cocción, también conocemos una variación de éste como “budare”) del nombre de este utensilio deriva la palabra “Arepa”. 

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La receta de los hermanos Álvarez, descrita por Don Heriberto era la siguiente: ‘Se amasaba muy bien la mezcla y se le incorporaba una cucharadita de mantequilla. En aquella época se conseguía la marca Alfa, que era muy buena y salía barata. Así, la masa adquiría una textura más flexible y perdurable. Una vez que se les daba forma, las arepas iban al budare por cinco minutos, luego al fogón hasta que se les levantaba la conchita, lo cual indicaba que estaban listas. 

Actualmente, la preparación de la arepa es más versátil con la harina de maíz precocida sólo necesita agua y sal para obtener una masa homogénea que se puede cocinar de diferentes formas. Además, hay quienes le incorporan en la preparación de la masa vegetales para obtener colores y sabores variados, como pueden ser la zanahoria, remolacha, peregil, pimentón entre otros. Si de rellenos se trata la creatividad es aún mayor, pues, se conoce nombre particulares como las siguientes:

  • Pelúa: rellena con carne mechada y queso amarillo rallado.
  • Rompe colchón: Frutos de mar como pulpo, pepitonas, y calamares a la vinagreta.
  • Catira: Pollo con mucho queso amarillo.
  • Dominó: Caraotas negras con queso blanco rallado.
  • Patapata: Cuando a las caraotas se le acompaña con queso amarillo, tomate y aguacate.
  • Pabellón: Se integran elementos del pabellón criollo en el relleno de la arepa, como carne mechada, tajadas y caraotas negras.
  • A caballo: Huevo frito.
  • Llanera: Carne cortada muy finita, tomate en rodajas, aguacate y queso guayanés.
  • Perico: Revoltillo de huevos, cebollas, tomates y sal.
  • Pernil: Pernil horneado, tomate y mayonesa.
  • Sifrina: Igual que la Reina Pepiada, pero con queso amarillo rallado.
  • Rumbera: Pernil horneado y queso amarillo rallado.
  • Cazón: Guiso a base de pescado.

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Disfrutar del sabor de cualquiera de las arepas mencionadas es un privilégio al paladar. En Venezuela el relleno hace la diferencia y es lo que realmente la identifica como el alimento de la mesa venezolana. Como escribió el poeta Alfredo Armas Alfonzo en 1945, citado en el libro ¡Viva la Arepa!, del historiador Miguel Felipe Dorta.»La arepa es un símbolo gastronómico de lo esencial venezolano, digno de un monumento» 

Dicho monumento es llevado actualmente en muchas cabezas y sueños de emprendedores venezolanos esparcidos por el mundo, que promueven a la «Reina Pepiada» como su nombre lo indica; como la reina de las arepas. Cada 10 de septiembre se celebra el día mundial de la arepa donde se da homenaje a este emblema de la mesa venezolana en sus diversas presentaciones.

En definitiva, el hecho del homenaje a Susana Duijm por parte de los Hermanos Álvarez en ese 1955, dio buen pie a la leyenda de la arepa, la más conocida y más sabrosa del mundo. El sabor y la belleza venezolana identifican una nación que le rinde honor a la «Reina Pepiada». Porque la vida esta marcada por hechos y los hechos son parte de nuestra historia.

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Venezuela, nuestra segunda tierra.

«Cecilia, de inmediato sintió el olor a sal del mar caribe. La brisa cálida, pasó por su rostro, secando las lagrimas de tristeza por su madre y sus hermanos. Veía ante sus ojos, un nuevo mundo»

Actualizado 26/08/2017

Susana Gomes

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Cerca del mediodía, del 4 de junio del año 1958, Cecilia se encontraba ayudando a su mamá en la preparación del almuerzo para sus hermanos varones, quienes trabajaban en la fazenda. Entre tanto la vecina María, había bajado al pueblo de Câmara de Lobos para recoger la correspondencia. Las papas (semilhas), couves, y la carne de cochino eran los ingredientes de costumbre que no faltaban en el almuerzo y la cena. En las mañanas; pan, bica o garoto, suficientes para despertar y ponerse a trabajar duro. No tenían abundancias, sólo lo que generosamente daba la tierra.

Aquella tarde, la espera de la Señora María, se hizo larga para Cecilia. La vida en Garachico y el resto de la isla de Madeira no era fácil. Los caminos eran largos, sinuosos y de tierra para ir y venir, las vías de comunicación eran pocas. Las Levadas eran los atajos. El Rodoeste, pasaba para la ciudad; Funchal, cada dos horas. Muy rara vez la Cecilia visitaba la ciudad. Los domingos, sólo asistía a Misa en la Iglesia San Sebastian en Câmara de Lobos.

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Porto Moniz. Isla de Madeira.

-«Dona Firmina, traje una carta para su hija Cecilia». La madre de Cecilia, con triste semblante y Saudades anticipadas, presentía el contenido de aquella carta. Era la tercera misiva que recibía Cecilia, del mismo autor; Fernando.

Fernando, fue vecino de Cecilia. Desde niños, brincaban, gostaban-se um do outro. Esa amistad fue más allá. La frecuencia, los detalles, la simpatía, en medio de lo poco, le llevó a «pedir la mano» de Cecilia, a Dona Firmina. Sin embargo, Fernando, partió. Dejó la palabra de reunirse con quien sería su esposa. En la distancia, contrajeron matrimonio por poder. Él en Venezuela. Ella en Madeira. La ley permite el matrimonio por poderes cuando uno de los dos contrayentes no puede estar presente en el lugar, fecha y hora de la boda.

 -Mãe, es la carta de petición de mi marido. En un mes debo irme en el Santa María». Exclamó Cecilia. Con voz temerosa y una sonrisa tímida.  Firmina, sólo condujo su mirada a la ventana que tenía la gran vista al mar. El mar, siempre estuvo allí, como paisaje de la isla de todos los días, como aquel cuadro vivo que nunca se puede cambiar. En ese mar, vería otro camino. El mar donde navegaría los sueños y una nueva vida. Fernando, cumplió con su palabra. Cecilia, aceptó la espera en silencio. Sólo recibía letras que luego se convirtió en hechos. El mar fue testigo.

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Zonas de Cultivos. Isla de Madeira 1960.

Firmina, le tocó respetar aquel contenido de esa carta. En el fondo sabía que su hija, tomaba la mejor decisión. Reunirse con su marido. Quedarse en Madeira, no era lo más conveniente. La caída del fascismo en Europa no afectó a Portugal debido a que se mantuvo como país neutral en la Segunda Guerra Mundial. Sin embargo, ya se hablaba, del atraso económico que se produjo en el país a causa de las guerras coloniales, la autarquía y el escaso desarrollo industrial. La emigración durante esta década a otros países fue numerosa, sobre todo a Estados Unidos, Francia, Alemania, Sudáfrica, Antillas Holandesas, Brasil y Venezuela.

El viaje en el «Santa María».

Sentimientos encontrados abordaron a Cecilia. Aquella mañana, del 4 de julio de 1958, con lagrimas en su rostro, pocas palabras y con un fuerte abrazo se despidió de su familia. En su cabeza y en su corazón, tenía la gran ilusión de hacer una nueva vida. Su madre Filomena la confío a Nossa Senhora de Fátima. Era muy religiosa. Así que, su fe, fue mas grande, que la tristeza de despedir a una hija. Un nuevo mundo la esperaba. Una nueva cultura. Una nueva sociedad. Sin presumir con títulos universitarios. Sólo le acompañaba el oficio del bordado y la cocina. No hizo falta ser alfabeta para emprender un nuevo proyecto de vida.

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Trasatlántico Santa María 1958

Cecilia, llevó puesto el vestido negro de ir a misa los domingos. Era su mejor prenda de vestir. Zapatos nuevos; un regalo ofrecido por su vecina, la Señora María. Una maleta, con lo poco que tenía, pero sí lo suficiente para comenzar. Lista, a bordo!. Acompañada de un grupo de vecinas conocidas, que emprendieron con coraje la misma aventura de Cecilia. La noticia que circulaba en el pueblo de Garachico, daba de que hablar sobre quienes recibieron sus cartas de petición e inmigraban de la isla en el Santa María.

El Santa María, fue el trasatlántico portugués, propiedad de la Companhia Colonial de Navegaçao que cubrió la ruta entre Lisboa, Tenerife y Caracas. Esta Compañía, que en 1951 poseía 10 buques, encargó la construcción de dos modernas unidades para sustituir al Mouzinho (1929-1954) y al Serpa Pinto (1940-1955). El buque prestó servicio de forma casi ininterrumpida, hasta la primavera de 1973 en la que quedó inmovilizado en Lisboa por problemas de propulsión.

La llegada al puerto de la Guaira.

Los días en el viaje se hicieron largos. Las mujeres se reunían a conversar en las tardes. Aprovechaban el tiempo para bordar y conocer otras inmigrantes con sus historias. Cada quien, llevó en su maleta los sueños y esperanza de vivir una nueva vida. Las saudades, se sintieron en el transcurso del viajeLos recuerdos de su casa, la familia, los vecinos, las amigas bordadoras, llegaban a la mente de Cecilia. Estar por primera vez en el barco, emprender un viaje a sus 24 años la hicieron fortalecer. La Saudade, se convirtió con el pasar del tiempo en esperanza.

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El «Santa María» en uno de sus puertos de llegada.

En la mañana, del martes 1 de Agosto de 1958, se escuchó la bocina en el barco que indicaba la llegada al Puerto de La Guaira muy cerca de Caracas la capital de Venezuela. Cecilia no lo podía creer. Había pasado veintisiete días, desde que partió de su tierra. Llegó el gran día esperado por todos los tripulantes del Santa María. El navío, llegó a tierra firme. Su destino final. Caracas. Venezuela.

Cecilia, de inmediato sintió el olor a sal del mar caribe. La brisa cálida, pasó por su rostro, secando las lagrimas de tristeza por su madre y sus hermanos. Veía ante sus ojos, un nuevo mundo. Una ciudad grande. Una nueva vida. Allí estaba, Fernando, su esposo, en medio de la multitud de personas, que esperaban en el puerto a recibir a los viajeros. Abrazos, lágrimas, sonrisas, emociones de un momento único en su vidas. La mejor bienvenida. La esperaba el hombre que le hizo una promesa.

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Plaza O´Leary, El Silencio. Caracas. Venezuela. 1960.                                        (Cortesía Fundación Fotográfica Urbana

Cecilia, recogió su equipaje, pasó por el protocolo de aduanas y emprendió su viaje hacia «El Paraíso», en un carro que le prestó el hermano de Fernando, quien ya tenía un par de años en Venezuela. La acompañaron dos vecinas que tenían el mismo destino de viaje hacia el centro de Caracas. Cecilia observaba con atención y emoción a través de la ventana del auto una enorme ciudad. Edificios. Carreteras amplias. Cientos de personas, caminando por las calles, por  las aceras de una gran ciudad.

Los primeros días en Caracas, fueron para ubicarse. Qué hacer en esta ciudad tan enorme?. Al lado de Fernando, las cosas se fueron encaminando. Él, ya tenía un año viviendo en Caracas, así que contaba con amigos y primos que lo ayudaron a buscar hospedaje para los dos, más un trabajo. La oferta que les brindaron fue en el área de servicio, panadería, charcutería, abastos…Para la época, los inmigrantes que llegaban a Venezuela, en particular la comunidad portuguesa se dedicaron al ramo del comercio. El dictador revocado Marcos Pérez Jimenez, abrió las puertas a la mano de obra extrajera lo que se convirtió en un considerable aporte al país.

El fenómeno migratorio fue muy notable, la relación entre criollos y portugueses al igual que con canarios e italianos se hizo cada vez mas fuerte. No sólo migraban por la oferta de trabajo, si no para establecer una familia, bien sea con las de su misma raza o con el acriollado. El europeo fue adquiriendo las costumbres y conociendo la idiosincracia del Venezolano. Los portugueses participaban en las diversas tareas del quehacer diario y mas tarde también ocuparon puestos a nivel político y social.

 

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Arepera en Caracas. Venezuela. 1950

Cecilia y Fernando igualmente se fueron adaptando a nuevas costumbres. Aprendieron a hablar español se integraron sin prejuicios, fueron acogidos en una nueva sociedad que los aceptó tal cual eran. Nunca dejaron de ser portugueses, más allá de eso, fueron adoptados como Venezolanos. Gustaron de la gastronomía venezolana y aportaron su granito de arena. El vivo ejemplo fue y es la «arepa«, se convirtieron en expertos areperos. Emprendieron un negocio, una «Arepera» totalmente criolla con mano de obra luso-venezolana.

Venezuela fue y es el país que los recibió con los brazos abiertos. Cecilia y Fernando al igual que muchos que llegaron a Venezuela la denominaron como la «Tierra de Gracia» porque así lo sintieron y vivieron. Sus hijos fueron  naciendo y creciendo al igual que el amor a la segunda tierra que les brindo todo lo que esperaban.

Con mucho esfuerzo, constancia y trabajo más trabajo Fernando, Cecilia y dos de sus diez hijos venezolanos, lograron volver de nuevo a Madeira, después de 30 años. Las Saudades por la tierra que los vio nacer, por su familia, eran grandes, sin embargo, su lugar, su sitio, su hogar fue y sigue siendo, Venezuela. Porque los hechos son parte de nuestra historia. 

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Gernika, un ensayo de masacre.

La gente empezó a correr, a gritar, a empujar… Entramos todos a empellones en un refugio (…) No tenía luz ni sistema de ventilación»

Luis Iriondo, sobreviviente

Actualizado 27/11/2017

Susana Gomes

El cuadro de la denuncia

El pintor, escultor y poeta español Pablo Ruíz Picasso, dejó representado en un lienzo en óleo, las tres horas y quince minutos, donde se cubrió el cielo de Gernika con una nube de humo negro, producto de la bola de fuego en que se convirtió el pueblo. La obra maestra de Picasso, lanza una voz de protesta, ante el bombardeo salvaje sobre la villa de Gernika y Lumo, convirtiéndola en una de las obras más famosas del mundo.

El hecho representado en el cuadro de Guernica, se desarrolló en 1937, en plena Guerra Civil Española, donde los aliados fascistas alemanes e italianos del General Francisco Franco, representaban el bando nacional y se enfrentaba contra el bando republicano. Gernika, no tenía precedentes en la historia militar. Franco y sus aliados, hicieron su ensayo de guerra total contra una población civil, inocente, que no era un objetivo militar.

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En enero de ese mismo año, el gobierno español le pidió a Pablo Picasso, que creara algo para la Exposición Internacional en París que se llevó a cabo en junio. Sin embargo, Picasso, atravesaba unos meses donde su creatividad no fluía. Al enterarse de la tragedia del bombardeo a Gernika, quedó impactado. Tardó aproximadamente dos meses, para plasmar sobre el lienzo las desgarradas figuras en blanco, negro y gris que conmueven, trasmitiendo emociones y donde muestra piedad y respeto ante la tortura. Son nueve personajes que aparecen en el cuadro, que hacían vida en las calles de Gernika. Entre ellos están, 4 mujeres, un caballo, un toro, un pollo o pájaro, una bombilla y un hombre.

Cada personaje, representa un profundo sentimiento de dolor y a la vez valentía ante la pérdida de la vida. Las mujeres, que corrían de una lado a otro despavoridas, en busca de sus hijos, es el personaje que se repite en 4 ocasiones en la obra. La mujer, símbolo de maternidad, de unión filial; carga en sus brazos a su hijo. Clamor, resignación, gritos de desesperación se reflejan en sus rostros. Todo arde, por causa de las bombas. El blanco y negro nos dice que no hay motivos de celebraciones.

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El autor, Picasso, quizo dejar marcado, que no hay explicación ante lo horrible que puede ser el exterminio. La mujer es la gran protagonista del hecho. Huyen de las llamas, pero, iluminan con el candil. Vida y muerte representados. El pollo, revela el sufrimiento de los animales que volaban al compas de la tormenta de humo. El hombre tirado al piso, expresa el soldado español que soñaba con la libertad. Allí está, desmembrado, extendido en forma de cruz.

Así mismo, para Juan Larrea, amigo intelectual de Picasso; el toro, era el símbolo del pueblo Español. También, se ha dicho que encarna al propio Picasso. El caballo, simboliza al pueblo español atacado. En la parte superior del cuadro, sale el sol a través de la bombilla. La luz, en medio de las tinieblas, con ojo que todo lo ve. Desde arriba, se puede observar cómo una pequeña ciudad es devastada por la mano del hombre, sin ni siquiera contar con premoniciones. La guerra llegó a Gernika, sin contar con adversarios preparados. Pero, por qué el bombardeo a Gernika.

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El bombardeo

Gernika es una villa ubicada en el Municipio de Vizcaya, País Vasco, que se extiende por el norte de España. Era una ciudad antigua. Una villa noble, considerada la «ciudad santa» de los Vascos. Su iglesia es del siglo catorce. Calles estrechas, casas con armazón de madera y paredes de ladrillo formaban parte de la zona. Tenían industrias de fábricas de maquinarias, calzado, chocolates y caramelos. Los lunes, era el día dedicado al comercio. Compra, ventas de productos de los habitantes de la zona y pueblos vecinos, hacían de ese día, el más importante de la semana.

Un bombardeo feroz, acabó con la esperanza de un pueblo en un día de mercado. Ya era casi las cinco de la tarde, de aquel lunes 26 de abril de 1937 cuando se escucho las alarmas del pueblo y las campanas de la Iglesia repicar en señal que algo estaba sucediendo. Comenzaron a sobre volar los aviones. Más de diez bombardeos, uno detrás del otro lanzando bombas de hasta 1.000 libras. El fuego y la destrucción se apoderaron de la villa.

La gente corría de un lado a otro, tratando de huir a los refugios. Muchos eran ametrallados. Gritos de mujeres, llantos de niños, ruidos estrepitosos a causa de la explosión de las bombas. Todo eso era Gernika. Con el estallidos de los kilos de granadas, el humo se hizo cada vez más denso. El fuego ardía. Sólo cenizas dejaba a su paso y una ciudad destruida. Los pobladores aterrorizados en los refugios, contaban los segundos para que todo acabara. Trataban de rezar en medio del pánico. El aglomeramiento era de tal modo, que casi no había oxigeno. Nadie podía imaginar lo que verían al salir de ese sitio. Los sobrevivientes señalan, que una semana duro Gernika en llamas.

El bombardeo fue totalmente premeditado para acabar con la ciudad y sus habitantes. Primero, pequeños grupos de aviones lanzaban bombas pesadas sobre toda la ciudad. Después, los aviones alemanes atacaban a los civiles y ametrallaban para liquidar a la población. Muchos huían despavoridos hacia los refugios para salvar sus vidas. Otros, corrían en busca de sus familias, pero eran alcanzados por las bombas incendiarias. El Ayuntamiento, destruido. La iglesia de San Juan, destruida. El matadero, la alhóndiga, el teatro Liceo… todo reducido a escombros. Todo, menos la Casa de Juntas y el célebre Árbol de Guernica, símbolos del nacionalismo vasco.

Los sobrevivientes

«Cuando salí de entre los sacos al exterior me detuve aterrado. Todo el pueblo estaba en llamas. Una nube de humo cubría el cielo. No sabía si el fin del bombardeo sería definitivo y eché a correr junto a los tenderetes derribados de los quincalleros y corrí hacia las escaleras que junto a las escuelas de las niñas subían hacía la Casa de Juntas para de allí ir a la carretera de Lumo y salir al campo Al pasar junto al “sacafaltas” sin detenerme, miré hacía abajo y vi que todo Gernika era una hoguera». Luis Iriondo, relata su vivencia del bombardeo a Gernika.

También, una mujer sobreviviente, Miren de Gomeza, describe el día más horrible de su vida. «los aviones revoloteaban por encima de nuestras cabezas; eran aviones alemanes, con la Cruz Gamada, bajo sus alas. Corrí sin saber a donde, y al pasar por el Palacio Alegría, salió a mi paso el Conde de Montefuerte, propietario del Palacio, y me dijo: -Pero, niña ¿a dónde vas tan asustada? y yo le contesté -No lo sé, Don Manuel, voy escapando de los aviones-.»

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Miren, Luis, Pedro, sobrevivientes de aquel lunes de mercado del año 1937, comenzaron una nueva vida, después del bombardeo a Gernika. Ni uno de ellos, imagino antes, por lo que pasarían. Aquella noche nadie pudo cenar en familia, como era costumbre. Los primeros días fueron muy duros. Largas e intensas caminatas hicieron a pueblos cercanos, buscando refugio entre familiares y amigos. El hecho no se conoció en todo el país, si no, pasadas las semanas; por esta razón las ayudas no llegaron a tiempo. Iriondo, comenta en su testimonio: «Amanecía cuando llegamos. Desembarcamos y nos condujeron a un cine, donde nos dieron pan y queso. Mi madre nos dejó recomendándome que cuidara de mis hermanos. A media mañana volvió para decirnos que aquella noche ya teníamos donde dormir. Había buscado a un fabricante de muebles del que había sido cliente y nos había invitado a que pasáramos en su casa la noche. Nos dio tortilla para cenar y aquella tortilla, por el hambre que tenía, me pareció la tortilla más rica del mundo.

Los sobrevivientes, de Gernika sufrieron las consecuencias de una guerra sin tener apoyo internacional. Día a día buscando la salida. Ellos, al igual que muchos otros trataron de buscar la esperanza, la recuperación en sus vidas ante tanta destrucción. Por la cercanía y su ubicación, muchos llegaron a Francia para pasar un tiempo. Sin embargo, un continente les ofreció el gran sueño de comenzar de nuevo: América Latina. Una patria, de tantas, les abrió los brazos para hacerlos sentir como en casa: Venezuela.

En fin, el hecho del bombardeo en Gernika, plasmado en blanco y negro a través de una obra de arte, se vistió de colores, cuando los sueños y las esperanzas se hicieron realidad. Hace ochenta años de este hecho.Porque la vida esta marcada por hechos y los hechos son parte de nuestra historia. 

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